El mal del puerco.
Hace una semana escuché por vez primera a la frase "El mal del puerco" y si no fue la primera vez que la escuché seguro sí le puse atención por primera vez. Básicamente se refiere a esa modorra o aletargamiento que se siente después de comer y se llama así ya que los chanchitos suelen comer y dormir para después dormir y comer (para después convertirse en delicioso tocino). Supongo que es apropiado decir que en estos años que no he escrito nada por aquí me pegó una especie de "mal del puerco mental". Habiendo enfrentado una gama (bastante colorida) de situaciones en los últimos años hoy me encuentro regresando a este espacio después de haber tenido una especie de "despertar" literario. De la misma forma que comer en exceso produce malestar y modorra, vivir cosas intensas también: Aletarga los sentidos y nos hace perder contacto con la realidad y las amistades. Dejamos de estar en contacto con muchas personas importantes con tal de tener a nuestro alcance aquello que nos hace sentir que estamos en las nubes... O por lo menos volando. Y antes que esto suene a una especie de apología para el consumo de drogas duras quiero aclarar que no hablo de cosas intoxicantes. Hablo de experiencias intensas, de esas que mueven el mundo 180°, que ponen todo de cabeza y que nos hacen perder el piso de la realidad; esas experiencias que, como Jung dice son aquellos conflictos intensos que, al superarles, dejan detrás un sentimiento de seguridad y calma que no se altera fácilmente. Sólo estos conflictos y su conflagración son necesarios para producir resultados valiosos y permanentes. No sé de ningún animalito que experimente la vida de esta manera: Vivir situaciones intensas de tipo emocional para después dormir y vivir en un letargo mental y anímico que permita acomodar las cosas y despertar a la vida de forma renovada. A falta de un nombre mejor seguiré llamándole "mal del puerco", además que no tengo ni idea si un puerco se preguntará acerca de su inevitable destino gastronómico. Me gustaría pensar que sí.
Así, cuando el pobre chanchito se despierta después de comer y de meditar acerca de la vida y de la veta al pasillo de alimentos kosher, éste se despavila y se pone a escribir en su blog un pequeño ensayo que le regresa las ganas de conectar con el mundo.
Oink oink.